Lo Inefable




Le tombeau de Couperin de Maurice Ravel es un duelo por lo acaecido en la guerra; da sonido a lo inefable, a aquello que no puede ser expresado con palabras. «Lo inefable» se deja guiar por la música de Ravel para hurgar en las heridas causadas por la guerra, buscando sentir el dolor de los cuerpos que sufrieron las consecuencias del conflicto. La primera guerra moderna despliega su revolucionaria tecnología armamentística infligiendo daños jamás imaginados con anterioridad. Para el propio Maurice Ravel los años de la guerra fueron muy duros. Junto a la pérdida de personas queridas y a las penurias que vivió en el frente, también sufrió la enfermedad y finalmente la muerte de su madre en 1917, de la cual nunca se recuperó. Ravel saldría de aquellos años profundamente cambiado y con una energía vital notablemente mermada. Le aguardaba una muerte prematura 18 años después.

De todas las obras que componen este proyecto, Le tombeau de Couperin es la composición que más significativamente se relaciona con la guerra en cuanto a su envergadura y concepto. Aunque el título parece un tributo explícito a François Couperin, un referente de la obra para teclado del barroco francés, Le tombeau de Couperin recupera el género barroco del tombeau (una suite de danzas homenajeando a alguien querido o importante), siendo cada danza un tributo a un músico amigo de Ravel caído en combate. Sin duda es una obra revolucionaria por su escritura pianística en cuanto al tratamiento virtuosístico e insólito del jeu perlè, una técnica característica de la escuela francesa de tecla y que Marguerite Long, pianista amiga del compositor que estrenó la suite en 1919, cultivó notablemente. Long era la esposa del difunto Joseph de Marliave a quien Ravel le dedica la última pieza de la suite: una toccata pianísticamente exigente. Los retos que supone la interpretación de esta suite en general, y de la Toccata en particular, han llevado a Jillian Rogers a aventurar en el artículo Mourning at the Piano: Marguerite Long, Maurice Ravel, and the Performance of Grief in Interwar France que quizás fueran ideadas terapéuticamente para ayudar a Long a superar su luto.

Le tombeau de Couperin es resultado de una introspección musical que fluye entre solemnes pasajes y un recogimiento íntimo y reflexivo, pero en el que tampoco falta el entusiasmo triunfante. Como argumenta Jillian Rogers en el mencionado artículo, durante aquellos tiempos no estaba bien visto e incluso se consideraba antipatriótico el dar muestras públicas de dolor o tristeza ante las pérdidas de la guerra. De hecho, la correspondencia entre Long y Ravel demuestra que sus círculos cercanos criticaron la flaqueza que ambos mostraron durante su luto. A pesar de ello, la suite consiente con los ritos fúnebres de la época de guerra al ser una música que no traiciona el espíritu patriota, pero que sin embargo esconde un profundo dolor velado.